lunes, 21 de abril de 2014

45 RPM


























45 RPM (ídolos y posesión)



Consideraciones preliminares

Coleccionar objetos ha sido una actividad constante a lo largo de la historia occidental. En el mundo del arte, la creación de museos ha estado precedida por esta práctica cultural en la cual el coleccionista(a veces más un acumulador), decide permitirle al mundo echar un vistazo a esa prolongación de sus posesiones, que funciona como un modelo a escala de la realidad que habita.

La figura del “coleccionista” dentro del campo del arte, se ha vuelto cada vez más popular, y el proceso de adquirir obras de arte ha sido facilitado gracias a la creación de un dispositivo que va de la mano con el del coleccionismo; la feria de arte. “Comprar arte está de moda” decía un artículo en una revista de entretenimiento (el cubrimiento mediático de la cultura en Colombia, siempre tiene lugar en la sección de entretenimiento). En el se daban “tips” sobre como comprar arte, como iniciar tu colección, o como saber cuál es el tipo de arte o el artista que mejor va contigo. Incluso recomendaba las ferias más convenientes. A pesar de su evidente tono esnobista, el artículo no deja de parecer curioso, e incluso inquietante, porque sin proponérselo hace visible un determinado uso social del arte contemporáneo, que es precisamente su capacidad para inscribir a quien lo posea dentro un halo de distinción social; muy a pesar de las innumerables fantasías de vocación democrática que se le puedan endilgar.

El acto de coleccionar siempre es similar, aunque difiera el tipo de objeto que llegue a ser coleccionado (discos, arte, latas de cerveza, llaveros, búhos, etc.). Los objetos, son una extensión vanidosa de su dueño. Cada uno es un trofeo que siempre ira acompañado de un anécdota. En el arte, esta compilación de objetos posee ciertas particularidades, porque a pesar de que las obras sean consideradas como “objetos suntuosos” (al menos dentro del contexto tributario) poseen para algunos, la capacidad de otorgarles un principio de distinción frente a los demás. Los artistas y sus obras se convierten en algo así como marcas emblemáticas, ídolos de un pequeño publico donde las jerarquías se establecen por lo adquirido.



La paradoja que encierra el acto de coleccionar, según Walter Benjamín, es que a pesar que la función de los objetos coleccionados es sustituir el valor económico que representan, se vean liberados a la vez de su utilidad material o pragmática. Para Benjamín un verdadero coleccionista vuelve inútiles “en términos de capital” los objetos que colecciona desenmarañando el significado de las cosas que acumula. Para coleccionar es decisivo que dichos objetos pierdan su función original e ingresen en una relación de equivalencia. De esa forma las cosas pueden llegar a integrarse a un sistema creado específicamente: la colección. Cada cosa dentro de ese sistema se convierte en una enciclopedia de todo el saber sobre la época y del contexto del que proviene su dueño. Coleccionar es una forma de llevar a la práctica la idea de memoria. Para Benjamín, aun cuando las colecciones públicas parezcan menos objetables socialmente y más útiles académicamente que las privadas, una colección pierde su significado al separarse de su dueño personal, porque es a través de él en donde el objeto obtiene su justo valor.

El museo, según Benjamin, extrae los objetos de sus contextos originarios con el fin de crear la ilusión de un conocimiento universal.  En su función de situar los objetos producidos por historias particulares dentro de un continuo histórico, el museo convierte en fetiches los objetos que colecciona. La principal diferencia del coleccionista de Benjamín y la colección del museo, es que este último construye una historia cultural extrayendo los objetos de las condiciones materiales tanto de la época en que fueron producidos como del presente en el que son exhibidos, mientras que el primero también los arranca de la historia pero los valida desde la percepción del momento en que son recolectados.



Acerca del proyecto

El proyecto 45 RPM (ídolos y posesión), explora con ironía estas reflexiones respecto al mundo del arte, particularmente del coleccionismo como fenómeno cultural, de los artistas como ídolos de un grupo social y de los coleccionistas como principio de articulación. Diez dibujos de discos de 45 rpm (los más coleccionables, hablando de deseos) en cuyos sellos aparecen nombres de artistas visuales o hipotéticas agrupaciones que aluden a artistas (THE POLLOCKS, p. ej.) elaborados con logotipos llamativos asociados a la industria de la música, en donde las canciones provienen de títulos de obras.



Un importante aliciente del coleccionismo es el deseo que lleva a que unas piezas sean más coleccionables que otras, dependiendo en muchos casos de quién querría poseerlas.  Como dicen los psicoanalistas, “el deseo del sujeto es del deseo del otro” tal y como ocurre cuando en un cuarto lleno de juguetes un niño solo quiere jugar con el juguete que otro esta usando.  La traslación entre el campo visual -las obras de arte- y un hipotético registro sonoro -las canciones imaginarias en que se han convertido-, intentan revisar el vínculo afectivo que suscitan las piezas dentro de los coleccionistas, que podría basarse en una suerte de fantasía. Freud, decía que la fantasía funciona en tres dimensiones temporales, porque su contexto -es decir sus elementos materiales-, proviene del presente; pero el deseo que la origina surge del pasado, en las experiencias tempranas; mientras que es en el futuro es donde podría realizarse. La fantasía entonces, se produce a través de actos conscientes e inconscientes, mediante los cuales la subjetividad se contrapone al campo social. Una colección moviliza un sistema de conocimiento y apropiación del arte que tiene coherencia desde los intereses particulares mediante los cuales se configuró, por eso nunca dejará de entenderse como una ficción, en la medida en que sus aglutinantes son proyectados por deseos y fantasías. Esto es cierto incluso en las colecciones de los museos en donde la fantasía imperante es percibida como una estructura objetiva de coherencia subyacente.

Los dibujos de los discos están acompañados por otro tipo de dibujos que presentan situaciones alusivas a la adquisición de piezas en donde se hacen notar distintos usos sociales de esa práctica cultural.  Estos dibujos vinculan imágenes de diversos orígenes que se contextualizan con iconos del arte contemporáneo y textos al pie de página que como una voz en off crean una tensión en la imagen direccionándola hacia el comentario, que con humor indaga sobre como esta experiencia cultural que llamamos arte es inseparable de la manera como nos apropiamos socialmente de ella.



Jime Ceron 






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